¿Quién manda en la cultura del futuro?
- Futurísmica LAB
- 13 oct
- 2 Min. de lectura
F-CONSUMER
La redistribución del poder cultural ya empezó. Mientras las instituciones intentan reinventarse para no volverse irrelevantes, algo más profundo se está moviendo: los mecanismos de decisión sobre qué vale, qué se muestra y qué queda afuera. La cultura del futuro no se juega solo en los algoritmos o los formatos, sino en quién tiene la voz para imaginarla.
El fin del comité cerrado
Durante décadas, la dirección cultural fue un territorio restringido: curadores, directores, programadores. Hoy, la mesa se está agrandando. Museos y centros culturales comienzan a ensayar paneles ciudadanos, asambleas abiertas y curadurías colectivas. El gesto es claro: no se trata solo de escuchar al público, sino de compartir el poder de decidir.
Esto no es nuevo —ya existen instituciones que ensayan formas más abiertas de gobernanza cultural. La National Gallery de Londres tiene el programa NG Citizens, que involucra a la ciudadanía en decisiones estratégicas del museo. Y en Brasil, por ejemplo, el Museu dos Quilombos e Favelas Urbanos (Muquifu) impulsa desde hace más de una década una museología social y decolonial, nacida en el corazón de una favela. Allí, la comunidad define qué historias se cuentan y cómo se narran, transformando el museo en un espacio vivo de memoria, resistencia y participación real (Museus, Práticas Museais e Comunidades, 2021).
Lo que antes era excepcional hoy empieza a marcar una tendencia: la cultura como proceso compartido, no como relato delegado.
Del feedback al co-diseño
La diferencia es sutil pero decisiva: consultar no es co-crear. Preguntar qué quiere el público es seguir administrando desde arriba; invitarlo a pensar juntos qué sentido tiene lo que hacemos, es cambiar el sistema. Esta lógica colaborativa está marcando el nuevo estándar de la gestión cultural: más conversación.
Participación o simulacro
El riesgo, claro, es el de la participación simbólica. Si las instituciones convocan voces diversas solo para cumplir con la foto, el resultado es decorativo. Democratizar implica ceder poder real, abrir procesos incómodos y aceptar que los criterios pueden cambiar. Sin esa valentía, la inclusión se vuelve marketing.
El futuro no se programa, se negocia
Hablar del “futuro de la cultura” no es hablar de tecnología o tendencias: es hablar de gobernanza. Quién decide qué proyectos se financian, qué artistas se visibilizan, qué narrativas dominan. El verdadero cambio pasa por redistribuir la autoridad cultural y diseñar sistemas más porosos, sensibles y adaptativos.
Rediseñar la mesa de la cultura
Los proyectos culturales que sobrevivirán serán los que se atrevan a rediseñar su forma de decidir. Abrir la puerta cuesta, pero también renueva el sentido de por qué hacemos lo que hacemos. Porque si la cultura quiere tener futuro, necesita menos guardianes y más jardineros.
✨ Si estas preguntas te interesan, sumate al newsletter de Futurísmica Lab® para seguir explorando cómo imaginar (y diseñar) los futuros culturales: 👉 futurismicalab.com/newsletterfuturismicalab

Comentarios