Artistas y proyectos culturales están diseñando sus propios sistemas de producción, financiamiento y circulación: los “culture stacks”. Este modelo, nacido en la intersección entre arte y tecnología, está reconfigurando el rol de museos, políticas culturales y formas de gobernanza creativa.
Una nueva investigación revela un dato inquietante: incluso quienes se consideran personas creativas tienden a sentirse menos capaces cuando trabajan con herramientas de inteligencia artificial.