Durante años, el sistema artístico instaló la idea de que la creatividad tiene fecha de vencimiento. Que después de los 35 ya no sos “emergente”, sino “tarde”. Pero mientras el mundo envejece y la edad promedio global alcanza máximos históricos, esa narrativa suena cada vez más fuera de tiempo.
En la era de la inteligencia artificial, las apps y los tutoriales infinitos, estar al día parece una obligación permanente. Pero ¿qué pasa cuando la necesidad constante de adquirir nuevas habilidades y herramientas empieza a desgastar nuestra práctica creativa?